Nurío, Michoacán. Defender y trabajar la tierra, conservar la identidad, costumbres, organización y modo de vida de los pueblos originarios, es la mejor manera de reivindicar el legado del General Emiliano Zapata, coinciden comuneros e indígenas de Jalisco, Estado de México, Michoacán, Guerrero y Distrito Federal.
Entrevistados por Desinformémonos en el marco del Congreso Nacional Indígena (CNI), celebrado en Nurío, Michoacán, delegados ñañhú, purhépecha, nahua, mazahua y wixárika, advierten que las celebraciones oficiales de cada 10 de abril, en recuerdo del asesinato del General Zapata, son una burla, pues los verdaderos herederos de Zapata “somos nosotros, los que seguimos sembrando”.
"Zapata significa mucho para nosotros. Es el símbolo de la resistencia por la tierra comunal, esa tierra que representa para mi pueblo la vida entera. Las comunidades que han perdido su territorio por problemas agrarios o por los programas federales como el Programa de Certificación de Tierras (Procede) van perdiendo su identidad, por eso defender la tierra es defender la identidad.”, dice Juan Dionisio, ñañhú de la comunidad de San Pedro Atlapulco, Estado de México.
Todos los días se reivindican los ideales de la lucha de Zapata mediante la defensa de la tierra en diversos rincones del país. El grito de “la tierra es de quien la trabaja”, a 92 años de su asesinato, continúa vigente.
“Zapata es el ideal a seguir, es el ejemplo vivo de la lucha y tenemos que valernos de ese ejemplo para resistir. Muchas ocasiones no es nada fácil, el sistema nos absorbe, pero el espíritu lo llevamos dentro”, comenta Teódulo Santos, nahua de la comunidad de Ostula, Michoacán.
Despojos e introducción de programas institucionales, como el Programa de Certificación de Certificación y Derechos Ejidales (PROCEDE), así como la “creación” de conflictos al interior de los propias comunidades, son algunas de las estrategias que desde el poder se llevan a cabo para usurpar los territorios a sus dueños milenarios.
“Tienen muchas formas de hacerse de las tierras; una de ellas es confrontar a los mismos pueblos. Dan mayor extensión territorial a un pueblo o a otro, y este tipo de problemas causan muchas peleas que llevan a enfrentamientos en los que incluso han fallecido compañeros”, agrega Teódulo Santos.
Magdalena García Durán, mazahua del Estado de México y ex presa política, advierte por su parte que “el gobierno sigue modificando las leyes para perjudicar a los pueblos, sigue haciendo lo mismo que en los tiempos anteriores a la revolución”.
“O quizá estamos peor que entonces – refiere Juan González Cisneros, maestro normalista de Uruapan, Michoacán- pues ahora los precios de los productos de los campesinos se rigen por el mercado internacional, y al no contar México con infraestructura avanzada que hay en otros países, el agricultor tiene que esforzarse más para producir, derivando esto en una explotación vil de nuestros campesinos”.
Las demandas de tierra y libertad “las hacemos válidas trabajando la tierra, defendiéndola, haciendo todo lo que él (Zapata) quería y por lo que luchaba, afirma Alejandro Carrillo Enríquez, wixárika de Santa Catarina, Cuexcomatitlán, Jalisco
El Caudillo de Sur
El poblado de San Miguel Anenecuilco, en el sureño estado de Morelos, fue testigo en 1879 del nacimiento de Emiliano Zapata. Hijo de una humilde familia campesina, Zapata tuvo una escasa instrucción escolar, y desde muy joven trabajó como peón y arriero.
Zapata no abandonó jamás la defensa de la tierra, y con buena parte de los indígenas de los pueblos y las haciendas de Morelos, reclutó lo que se conocería como el Ejército Libertador del Sur, para unirse a la Revolución Mexicana“En la actualidad las demandas de justicia y libertad son por el respeto de nuestros usos y costumbres; el respeto de nuestra tierra y de nuestra lengua”, dice Magdalena García Durán, mazahua y expresa política. “La tierra y libertad no son todavía una realidad en todas las comunidades”, afirma por su parte el comunero de Ostula, Teódulo Santos.
La vigencia de las demandas de tierra y libertad “significa que todavía no hay una resolución de parte del gobierno en cuestión agraria para las comunidades”, señala María de Jesús Patricio, de la comunidad nahua de Tuxpan, Jalisco.
Melquiades, de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), de la Montaña y Costa de Guerrero, advierte que el sistema no debe impedir que el campesino disfrute de la madre tierra, pues ésta es para el productor, no para el empresario. “Los que sostenemos este país somos los campesinos, los jodidos, pues el capitalista invierte unalana (dinero) aquí, y si no le conviene se va para otro país, siempre anda buscando dinero. El campesino no. Somos pobres, pero aquí estamos”.
Reivindicar en lo cotidiano lo ideales de Zapata
En 1911, cuando Francisco I Madero asumió la presidencia de México, y no cumplió los compromisos que había adquirido con los campesinos, Zapata se declaró en su contra y creó un programa de reforma agraria conocido como el Plan de Ayala, proclama política que el próximo 28 de noviembre cumple 100 años, en la que llama a restituir la propiedad de las tierras a los campesinos.
“Los herederos de la lucha de Zapata están en la tierra, cultivando la milpa, haciendo fiestas; son los que mantienen la costumbre y los que continúan resistiendo, pero también proponiendo y haciendo cosas desde donde están”, dice Juan Dionisio.
“La mejor forma de reivindicar los que significa Zapata en nuestras tierras –sostiene Juan González- es recordar en valor tradicional de la organización colectiva; los pueblos originarios no son capitalistas, su trabajo tiende a satisfacer las necesidades básicas de la familia, no se piensa en la acumulación ni de productos básicos, ni de dinero”.
“Nosotros –dice Magdalena García- defendemos nuestros usos y costumbres, resistimos con la lengua, la vestimenta y las tradiciones”. Y, por su parte, María de Jesús Patricio explica que “todas las comunidades tienen una imagen de Zapata, es una forma de mantenerlo vivo porque el luchó para que las comunidades fueran dueñas de su misma tierra, que no fueran peones, ni trabajadores”.
Y José Cruz, nahua de Milpa Alta, Distrito Federal, asume como compromiso “lograr que las nuevas generaciones tengan amor por la tierra a través de la tradición oral. En nuestros pueblos la defensa de la vida y de la cultura es el amor hacia la tierra. Somos pacíficos, tranquilos, queremos vivir mejor y trabajamos para ello”.
“Somos nosotros los verdaderos herederos de Zapata”
Asesinado a traición el 10 de abril de 1919, en la hacienda de Chinameca, Morelos, Emiliano Zapata es parte viva de las luchas y reivindicaciones actuales del México de abajo. Cada año, en ocasión del aniversario de su muerte, el Estado mexicano monta una serie de actos para celebrarlo con discursos institucionales, ofrendas florales y promesas para los campesinos.
“Uno se pregunta cómo el gobierno se atreve a festejar, si cada día vivimos peor. Cada día le quitan a más gente la tierra para los empresarios, los del dinero. Es una burla. Los verdaderos herederos de la lucha de Zapata somos los pueblos indígenas”, sostiene, indignada, Magdalena García.
“Hacer ahora lo que Zapata hacía no es bien visto y es reprimido…entonces por qué lo festeja el gobierno”, dice Alejandro Carrillo Enríquez, wixárika de Jalisco.
El mismo sistema, afirma Teódulo Santos, “que nos despoja y nos divide lleva a cabo celebraciones que conmemoran la muerte de Zapata. No todos los héroes de este país tienen el mismo significado en el pueblo”.
En la historia oficial, explica José Cruz, “se trata de poner en un mismo plano a gente como Zapata o Madero, y los dos tuvieron formas muy diferentes de ver el mundo. El capitalismo piensa a largo plazo y busca dividirnos, por lo cual debemos de recuperar nuestra memoria y los jóvenes ahora deben de involucrarse más en su historia”.
“Zapata está con nosotros en la lucha. No ha muerto, su corazón e ideas nos acompañan, y sus demandas siguen vigentes”, finaliza el comunero de Milpa Alta, lugar en el que Zapata fincó el cuartel en el que ratificó el Plan de Ayala el 19 de julio de 1914.
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